La preparación de la aventura amorosa (Francisco Bitar)

Si abrimos el libro en cualquier parte, la mancha en la página nos hace sospechar de qué autor se trata y si leemos algunas líneas, la sospecha se confirma.
Con herramientas que viene afilando desde Acá había un río (y antes también): la narración en presente; las reflexiones en la que el narrador se funde con el personaje; los tornillitos que agujerean el texto y ponen de manifiesto que estamos frente a un dispositivo literario (una máquina), Bitar entrega La preparación de la aventura amorosa, su primera novela (publicada) desde Tambor de arranque.

"La extraña más que nunca, lo que significa que la ama más que nunca".

A lo largo de siete capítulos, observamos al protagonista, Cerro, en diferentes momentos de su vida, con la particularidad de que el lente a través del cual miramos es el del amor. O mejor dicho, el del deseo del amor. Y en esa observación, nos guía un narrador preciso, junto con el que tanto nosotros, los lectores, como el personaje buscamos pistas que repercutan en el futuro. Que reescriban, si se puede (en literatura se puede), el futuro.

El protagonista es un flâneur, un caminante, ya sea que esté en su ciudad o en otra (en el capítulo dos lo acompañamos durante una temporada en la que vive en una ciudad vecina y duerme en el gallinero del campo de sus tíos). Esas caminatas muchas veces lo conducen a los límites del territorio, lo que habla de una vocación abarcadora. Pero si en el plano físico las caminatas son totales, en el plano temporal o interior van más allá y crean nuevos espacios. Dice Cerro que el objetivo de vagar por la ciudad es "cambiar la dimensión del día agregándole un tiempo propio".

Por más que el tema de la novela sea solemne (en una parte en la que la conversación entre una chica y un Cerro adolscente se vuelve pastosa, se dice: "Es la solemnidad que viene del amor, un sentimiento demasiado digno"), la novela no lo es. Es divertida. Como prueba, rescato un chascarrillo que aparece en el capítulo en el que Cerro conoce a la hija de su primer amor (uno de mis preferidos). La niña está en la plaza al cuidado de su abuela y el narrador menciona que la señora pertenece al "gran ejército de niñeras obligadas por el vínculo".

A su vez, la novela dialoga, ya desde el título, con el anterior libro de Bitar, la colección de ensayos Un accidente controlado. En uno de sus textos, "La vuelta", se describe al ensayo como "la forma que habilita un movimiento, no en línea recta, sino por circunvalaciones". Y en la novela leemos: "Si engañar a su esposa no equivale a tener una aventura, es porque la aventura no involucra a nadie más que a él". Es la misma idea, la de la flecha que da muchas vueltas, y se regodea en esa demora, antes de dar en el blanco.

El personaje de la esposa es otro elemento importante en la historia. Aparece en el capítulo tres (tal vez de forma un poco abrupta, pero qué mejor forma de aparecer para la esposa de un protagonista que quiere engañarla) y es el contrapunto de Cerro. Si él está a la deriva, ella está al mando. Es la encargada tanto de mantener el orden en la vida familiar, es decir, hacia el interior de la casa (los chicos, la escuela, la comida), como hacia el exterior: se encarga de desactivar cualquier amenaza de terceras, incluso antes de que entren en el radar de Cerro. "Parecía saber mejor que él qué clase de mujer iba a gustarle".

Un segundo elemento presente en ambos libros es el de la conversación. La voluntad de conversar como forma de descubrimiento del mundo y como elemento de autodefinición. Soy por lo que digo. Soy por cómo digo. Y cómo el valor de ser un buen conversador reafirma, define, enaltece frente a los otros.

La novela es entonces, de alguna forma, una conversación a la que se puede volver.

"Amar y recordar, se dice a esta altura Cerro, son la misma cosa".

El libro se presenta como el primer volumen de la serie De ahora en adelante. Solo resta esperar.


Rating: 4/5

Original: https://www.goodreads.com/review/show/3841819455