La invención de Morel (Adolfo Bioy Casares)
Leer esta novela ochenta años después de su publicación es a la vez un gozo y un desafío.
El gozo está relacionado en presenciar, en saborear un hito extraordinario del pasado, como quien asiste a un museo a contemplar una rara figurilla de arcilla a la que los nativos de cierta isla le rendían culto.
El desafío consiste en leerla a pesar de que el giro más importante de su trama es conocido por nosotros, los lectores del futuro, antes de abrir el libro.
La primera mitad del libro me pareció monótona y descolorida. Ya que el narrador es el protagonista y que el texto se nos presenta como un manuscrito, un diario de supervivencia, encontrado, podemos admitir la carencia de un uso más rico del lenguaje. Llevar a ese extremo la representatividad me parece un desacierto. Subrayé solo dos palabras, de origen claramente Borgeano, Bioy Casares habla en un momento de la "oblicua luz".
En la segunda parte los secretos se empiezan a revelar y la narración, si bien se mantiene opaca, toma otra velocidad. Me sorprendió, sí, lo siguiente: en el imaginario popular (o al menos en el mío), los habitantes de la isla eran hologramas. Esto de por sí ya me parecía innovador y justificaba la vigencia de la obra y su mérito como texto de anticipación. Pero el relato va más allá (no sé por qué estos detalles no trascendieron de la obra a los comentarios de la obra). La máquina de Morel no solo proyecta sobre la realidad imágenes y sonidos grabados en el pasado sino que también olores, materia y temperatura. Es decir, la máquina graba lo que todos los sentidos pueden captar y lo reproduce.
La novela va un poco más allá y se pregunta si ese proceso de apropiación no logrará también capturar pensamiento y emociones. Y si esa operación no tiene como consecuencia ineludible la destrucción del sujeto aprehendido.
Rating: 4/5
Original: https://www.goodreads.com/review/show/3611704595